Ruidos

No recuerdo muy bien cómo empezó aquel ruido. No me di cuenta. Al principio fue un sonido, apenas perceptible, que se fue deslizando entre sus palabras y las mías, un zumbido molesto que se hizo cada vez más fuerte. Hoy es lo único que escucho. Sé que ella también siente esa pun­zada en los oídos, por la forma en que aprieta la mandíbula cuando me habla, por las ojeras que antes no tenía, la frente arrugada, la boca triste. Ya ni los discos ni el volumen del televisor nos permiten obviarlo. Está ahí, todo el tiempo.

Ninguno de los dos, sin embargo, hace nada al respecto, casi diría que poco a poco nos estamos acostumbrando. Fingimos ignorarlo e incluso hablamos a gritos para escuchar nuestra voz, aunque la mayor parte del tiempo callamos y dejamos que el ruido lo invada todo. A veces, me pregunto de dónde vendrá. Descartadas ya las cañerías y la instalación eléctrica, comienzo a sospechar que sale de nosotros, como una máquina vieja cuando sus piezas se empiezan a desajustar, cuando ya no funciona y tan sólo queda esperar a que se rompa del todo. Con­fío en que pronto parará. Mientras tanto, tendremos que seguir oyén­dolo y acompasar nuestra vida a este ruido, al fin y al cabo, en los últimos años se ha convertido en algo tan familiar.

book_ruidos

Illustration by Alejandro Gil Carrasco